jueves, 25 de julio de 2013

Zumaia Flysch Trail 2013

No recuerdo el día exacto en que pensé que podía hacer un trail de casi 32 kilómetros por las montañas de un precioso pueblo guipuzcoano llamado Zumaia. Sí tengo en la memoria que estábamos en abril, y que en la búsqueda de nuevas aventuras que siguieran a la temporada de pista, anduve merodeando foros varios leyendo opiniones sobre las carreras más espectaculares de España por su recorrido.

Así conocí la Zumaia Flysch Trail.

En el kilómetro 20 ya maldecía el momento en que me dio por buscar esas carreras. Pero ya habrá tiempo de llegar hasta ahí.

Antes, el viernes, un trayecto en tren me llevó desde Madrid hasta San Sebastián, donde llegué a medianoche directo al hotel y con los malos augurios de una molestia en el pie izquierdo resultado del 1.500 que había corrido en pista ese miércoles. "Si caminando te duele ¿cómo piensas acabar una carrera por montaña de 32 kilómetros?", me decía.

Confiando en los poderes curativos del Mar Cantábrico me pasé medio sábado entre las playas de La Concha y Zurriola. Me hice un hueco entre cientos de toallas y sombrillas y abrí el libro que había empezado a leer en el tren de ida: "Con los pies en la sierra. Diario de un corredor de Montaña", del corredor internacional por España en pruebas de montaña, Raúl García Castán.

Motivación a raudales y muchas risas me provocó su lectura, pues tiene un estilo muy particular y no se corta un pelo en contar decenas de anécdotas con un sentido del humor que acabando su lectura en el tren de vuelta me hizo soltar mal disimuladas carcajadas. Pero eso también sería más tarde.

Como era de prever, La Concha no hizo su labor milagroso-medicinal y las molestias seguían a cada pisada. En este plan, sin saber si podría correr al día siguiente, pasé la tarde por la parte vieja de San Sebastián acompañado de Lara, una amiga de mi novia, Liliana, que tuvo a bien enseñarme los encantos de la zona antes de toparnos con "La Tamborrada". Y es que sin que yo lo supiera ese finde había fiestas en uno de sus barrios y en un momento las calles estaban repletas de gente tocando tambores, comiendo 'pintxos' y tomando cervecitas. Me tomo una sin alcohol pero sé que necesito hidratos para el esfuerzo del día siguiente, así que no caen 'pintxos' y si al mediodía comía spaghetti boloñesa, a la noche devoro un platazo de tallarine boloñesa. Todo un innovador.

Me despido de Lara para irme cuanto antes a descansar y caigo rendido en la cama mientras fuera una pequeña tormenta de verano descarga sobre Donosti. "A ver si refresca el ambiente para mañana", me digo. Cuano abro los ojos aún es de noche. Miro el reloj y marca las 4 de la mañana, pero siento ligeras náuseas de la excesiva cena. Me doy un paseito por el cuarto, bebo agua y se me pasa poco a poco. Vuelta a la cama.

Ahora sí, a las seis y cuarto de la mañana abro los ojos ya con el cuchillo entre los dientes sabiendo que me espera un largo día. Lo primero es apoyar el pie y ver qué tal reacciona. Aún molesta. Duchita pre-competición como suelo hacer siempre y rumbo a la estación de cercanías a tomar el tren para Zumaia. El cercanías sale a las 7:20 y comparto vagón con grupos de jóvenes que vienen de fiesta. Uno me ve en ropa deportiva y me dice algo en euskera de lo que solo pillo la palabra Zarautz. Me aplauden él y su grupo. Creo que piensan que voy a la Travesía a Nado que ese día se celebra también en dicha localidad.

Me pillo un asiento solitario, alejado de cánticos festivos y alientos de alta graduación y adelanto unas páginas más del libro. No he entrenado ni un solo kilómetro de montaña y me meto en este lío... Al menos algunos foros hablan de que es una prueba de dificultad media. Veremos.



Llego a Zumaia 40 minutos después, desayuno pan con mermelada y zumo de naranja, dejo las maletas en el guardarropa y recojo mi dorsal. Vamos allá. No pienso calentar mucho porque tengo muchos kilómetros por delante y pienso salir a un ritmo conservador. Dejo esas primeras filas que tanto busco en las carreras inferiores a 10 kilómetros y me sitúo en la parte media trasera. La salida es inminente. Una joven baila un aurresku ante los 550 corredores que poblamos la línea de salida. Adelante! Comienza el espectáculo por las calles de Zumaia y el pie sigue doliendo, aunque me digo que cuando se caliente esas molestias se irán. Así sucede.


Paso el primer kilómetro en 5 minutos 12 segundos y nos internamos en los montes que van a acoger nuestras zancadas durante las próximas horas. La primera parte es durilla, tal y como he visto en el perfil, y me sorprendo cuando veo a la mayoría caminando para subir esas primeras rampas. Sabía que se caminaba, pero no que se empezaba tan pronto. Así subimos esas primeras cuestas de vértigo y alcanzamos algunas zonas "corribles". Me siento bien y expectante sobre si seré capaz de acabar la prueba. "¿Cuál es el límite de tiempo para acabarla?", pregunto a otro corredor. "Mejor no saberlo", me responde con falsa resignación.

Con gorra y gafas, detrás, nada más iniciar la carrera

La prueba continúa con avituallamientos cada pocos kilómetros perfectamente surtidos (un 10 a la organización) y con un público que anima entusiasta. "Aupa!" nos gritan sin parar. Las subidas y bajadas se suceden, y salen kilómetros en 9 y 10 minutos que nunca llegué a pensar que haría en una carrera.

Pero esto no es una carrera cualquiera. Esto es la montaña.

Nos sumergimos entre los árboles, choco con alguna rama, paso tramos mirando la zapatilla del de delante para ver donde pisa, zonas en las que solo cabe un pie y tienes que ser preciso en los apoyos. Me doblo el tobillo un par de veces pero no pasa nada. "Me gusta esto", me digo disfrutando de los continuos cambios de ritmo que nos propone el terreno. Así me marco el único kilómetro por debajo de 5 minutos de toda la carrera, el 4'57'' del sexto kilómetro.

Veo pasar a un tipo que corre vestido de Spiderman, al parecer un habitual de las carreras de la zona a las que acude ataviado con su característica indumentaria, y pienso en el calor que estará pasando. La humedad está siendo uno de los grandes enemigos. Al poco de empezar ya íbamos todos sudando y cada vez la camiseta pesa más. Los imperdibles se salen del dorsal deslizándose y la hidratación cobra un papel fundamental. Busco gente a la que seguir durante tramos, me pego a dos corredoras del equipo de la Comunidad Valenciana que reciben muchos ánimos del público. Ellas preguntan a alguien como se dice gracias en euskera y a partir de ahí se pasan la media hora que las sigo diciendo "Eskerrik Asko" a los que las animan. Yo los combino con los "gracias" y llego al kilómetro 10 en 1 hora y 6 minutos. "Ya tengo casi un tercio en la mano", me digo con cierto optimismo.

Sigo eligiendo andar en la mayoría de subidas para ahorrar fuerzas. Me tomo una barrita y paso riachuelos en los que vas saltando piedras, bajadas en las que tienes que ir frenando con todas tus fuerzas para no salir rodando, y acantilados desde los que se divisa el mar en toda su inmensidad. "Esto es impresionante", me digo.

Las piernas van notando el desgaste, y los siguientes 10 kilómetros, hasta llegar al 20, salen más lentos, concretamente en 1 hora y 25 minutos. En el kilómetro 20 empieza además a acosarme un dolor abdominal que puede venir de haber bebido demasiado en el último avituallamiento, con el fin de saciar una sed que la humedad y el calor hacen insaciable.

Me veo obligado a caminar un par de kilómetros presionando la zona y me tomo un gel. "¡Vamos joder que ya solo quedan 10 kilómetros!" Solo eran los 10 kilómetros más largos de mi vida. Cuando recupero un poco la molestia del flato consigo trotar y me cruzo con un niño que va llamando por su nombre a alguien, aunque no veo a nadie cerca. "Uff Álvaro, si vieras a este chaval de noche creo que ya estarías junto a la meta". Me muevo para esquivarlo y él también se mueve hacia el mismo lado. Nos chocamos levemente y respiro. "No es un fantasma".

Vamos por el kilómetro 25 y la medición de la organización marca 24. Me da rabia que no coincidan y pensar que me queda más de lo que pensaba. Voy muy tocado muscularmente por las subidas y bajadas que no he entrenado, por la negligencia de correr una carrera de montaña sin prepararla y sin haber corrido más de 10 kilómetros seguidos en meses. "Así no se puede ir a una carrera de montaña como esta", me recrimino. Solo me imagino a mi mismo bañándome en la playa de Zumaia tras la carrera. Imagino el agua helada, pero no estoy seguro de que me dé tiempo a ir porque tengo que tomar un tren para San Sebastián. "¿Queda muy lejos la playa de Zumaia?", le pregunto a otro corredor en el kilómetro 26. "No soy de aquí", me dice un poco extrañado. Estoy en una especie de submundo en el que solo pienso en meterme en el agua y acabar con esta carrera que ya ha durado demasiado. Más de tres horas.

En una zona más llana, un corredor me tiende la mano, la chocamos y me dice "Llevo toda la carrera solo...joder, y yo que pensaba que la Maratón de Donosti era dura...". Le doy la razón. Pienso que estoy sufriendo más que en el Maratón de Valencia. Tiene 3 horas 31 minutos en maratón y es vasco. "Solo he corrido 4 carreras de montaña para preparar esta...", me dice. "Esta es mi primera... y tal vez la última", le digo sufriendo como voy y dejándolo sorprendido. "'¡Tío! ¡Tenías que haberte buscado una más cortita antes!". Pues sí, para que negarlo.

Pero ya estamos en el kilómetro 26.

Charlamos un poco más y vemos que unos caballos se incorporan al camino donde corremos. Uno de los jinetes no lo controla bien y lo veo venir hacia mí. "Joder me va a atropellar". Meto un pequeño sprint y me aparto a un lado. Se me suben los isquiotibiales y me tumbo. Mi recién encontrado amigo viene a mi lado, tiene un amago de sobrecarga y me ayuda a estirar. "Gracias, pero sigue tú, que yo voy a caminar un poco". Le dejo irse, camino un poco y vuelvo a correr siguiéndolo a unos 100 metros de distancia.

Los kilómetros se hacen eternos, pasamos zonas donde los aficionados gritan más que nunca y donde caminas por cuestas con la cabeza tan inclinada que casi pones las manos. "Aupa txapeldún!!", oigo. Miro el crono y veo que no voy a poder bajar de cuatro horas como sí pensaba que haría, pero ya me da igual. Solo quiero acabar. Pregunto cuánto queda y me dicen que dos kilómetros. Veo que bajamos hacia el pueblo y oigo la queja de un corredor al que han indicado mal y ha hecho kilómetros de más. Lo que me faltaría a mí... Bajamos pero nos hacen subir una última cuesta criminal. Me quejo en voz alta. "¿¿Pero esto no se acaba nunca??". Solo el público hace que saques motivación de dentro. "¿Cuánto queda?", vuelvo a preguntar a otra persona. 1 kilómetro.

Esto se acaba y cambio el terreno de bajada por el llano final del pueblo. Mis isquiotibiales vuelven a ponerse como una roca y la pierna rígida. Vuelvo al suelo y un espectador me ayuda a estirar. "Gracias!". Corro los últimos 500 metros. Tengo a otro corredor delante pero no voy a hacer el esfuerzo de adelantarle. ¿Para qué?. Voy a conseguir lo que quería. Voy a completar este reto. Choco la mano de los niños, digo alguna cosa en voz alta que ya no recuerdo, levanto los brazos y cruzo la meta.  4 horas 7 minutos y 58 segundos.

He completado la Zumaia Flysch Trail 2013. Hemos alcanzado la meta 408 de los 550 que tomamos la salida.

Saludo al corredor con el que charlé en los últimos kilómetros, bebo un aquarius y una coca-cola. Me como una barrita y me meto bajo la ducha que está junto a meta sin quitarme ni los zapatos. "Uffffff". Camino como puedo hasta el guardarropa y me doy la mejor ducha de mi vida con agua fría. Al lado, en el baño, un corredor paga el esfuerzo vomitando. Aparto la mirada y salgo al exterior listo para tomar el tren Zumaia-San Sebastián y la combinación San Sebastián-Madrid donde acabo el libro que empecé a la ida.

He descubierto las Carreras de Montaña... y no. No será la última.

4 comentarios:

  1. ¡Qué grandes sensaciones! Como nos gusta la caña... y ¡qué paisajes!

    Enhorabuena crack, muy buen tiempo además.

    Un abrazazo

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  2. ""Tengo a otro corredor delante pero no voy a hacer el esfuerzo de adelantarle. ¿Para qué?. Voy a conseguir lo que quería. Voy a completar este reto""

    Estas carreras son tan bonitas, tan emotivas, tan sorprendentes, tan imprevisibles, pueden pasar tantas y tantas cosas... dolores, desazón, angustia, sobreponerse, encontrar corredores y compartir con ellos charla y kilómetros como si los conocieras de toda la vida....

    Bienvenido al fascinante mundo de los trail de montaña...
    me ha encantado tu crónica, Enhorabuena por la carrera, la montaña engancha y creo que tu estas ya dentro de sus redes ;-)

    un fuerte abrazo Alvaro

    P.D., ahora a reponer fuerzas y pensar en la siguiente

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  3. Felicidades!!! Finisher!!!, superación y fuerzas... para ser la primera, menuda aventura, genial!!!

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  4. Extraordinarias sensaciones. Gracias por compartirlas...

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